Si en estos días se
votara la palabra más utilizada para describir la política española, es muy
probable que la desafección se alzara con el premio. Es un término
omnipresente. No hay tertuliano que no llegue a tres conclusiones: una, que la
desafección es el principal problema político; dos, que su causa está vinculada
a la pésima actuación en todos los órdenes de los principales partidos durante
la crisis económica; y tres, que ambos partidos están sufriendo por ello pérdidas
electorales crecientes y quizá irreversibles. Pero todos tienen su propia idea
de lo que sea desafección. Circulan así conceptos tan dispares como
desorientación, decepción, insatisfacción, enfado e incluso cabreo y
alienación.
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