- La opacidad se ha instalado en la información oficial sobre el rancho Izaguirre, a pesar de que Gertz prometió el 8 de abril compartir sus hallazgos de “inmediato”
Claudia Sheinbaum Palacio Nacional, el 16 de abril. Sáshenka Gutiérrez (EFE)
Alejandro Santos Cid - México - El País
A principios de marzo, el colectivo Guerrero Buscadores de Jalisco llegó al rancho Izaguirre, en Teuchitlán, gracias a una pista anónima que los avisó de que, ahí, el Cartel Jalisco Nueva Generación desaparecía personas. Descubrieron rastros de hogueras, cientos de fragmentos de huesos, zapatillas y ropas abandonadas por sus dueños. Las madres buscadoras lo llamaron centro de exterminio. El hallazgo explotó y se incrustó en la conciencia colectiva de México. Dentro de un país con 127.000 desaparecidos, el impacto de Teuchitlán fue novedoso: la sociedad mexicana, noqueada hasta el extremo por la violencia, parecía haber perdido la facultad de escandalizarse. El rancho tocó una fibra, saltó a los titulares, las tendencias de las redes sociales y a las plazas en las que se celebraron vigilias por los ausentes. Los columnistas hablaban del Ayotzinapa de Sheinbaum. La presidenta, con unos niveles de aprobación por las nubes, buscaba evitar a toda costa que el caso se convirtiera en un gran agujero en su expediente y pidió a Alejandro Gertz Manero, el fiscal general de la República, que se remangara y empezara a trabajar.
La estrategia de Claudia Sheinbaum, Gertz y sus subordinados ha sido clara desde el principio. El primer objetivo fue desterrar de la conversación pública el concepto de “centro de exterminio”. La maquinaria gubernamental y del partido, Morena, se activó: en cada entrevista, en cada intervención, la consigna era promulgar la versión oficial de que el rancho Izaguirre era usado como un espacio de reclutamiento, que no había evidencias de desaparición forzada. “¿Hay 200 zapatos ahí? Sí. ¿Pero quién dice que esos zapatos son de personas desaparecidas, que lo que se viene contando es cierto?”, cuestionó el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, en unas declaraciones que las madres buscadoras recibieron como una bofetada.

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