- La oscura trayectoria de la magistrada que hoy aspira a presidenta de la Suprema Corte da la medida de la necesidad de otra reforma judicial
Yasmín Esquivel en un evento en la Suprema Corte en Ciudad de México, en marzo de 2023. Fernando Llano (AP)
Carmen Morán Breña - El País
Hay que leer el reportaje de Beatriz Guillén en este periódico, que enlazo aquí, sobre mujeres encarceladas, para tener la certeza de hasta dónde es necesaria una reforma judicial en México. No es disparatado decir que son miles las personas inocentes en prisión: pruebas falsas, detenciones irregulares, torturas, juicios sin garantías. Vidas rotas. El centro Zeferino Ladrillero calcula que solo en el Estado de México hay 16.000 presos que deberían estar en libertad. Comiencen a multiplicar. Sí, es necesario poner orden entre las togas. El asunto es cómo. En un país tan complejo como México, pronto han saltado las disfunciones que presenta el modelo elegido, que someterá a votación popular a los impartidores de justicia en junio. Han salido a la luz personajes que se postulan estos días para jueces que quizá deberían estar ellos mismos tras las rejas, por acusaciones de abuso, vínculos con asesinatos o con el narco.
A las fallas que jalonan el camino a la elección popular de jueces es necesario añadir la evidente politización de un proceso que debería ser ciego a toda clase de injerencias, limpio y desprejuiciado. Y sin embargo, la guinda del pastel, la que corona la más alta instancia judicial, tiene un nombre que no sirve de ejemplo, precisamente: Yasmín Esquivel. La magistrada de la Suprema Corte quiere ser la próxima presidenta del máximo tribunal, algo que conseguirá si se alza con la mayoría de los votos en ese ámbito. Y no le faltan apoyos de la clase política, es decir, de parte de Morena, es decir, del partido en el poder.

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