Por Enrique Campos Suárez - El Economista
Todo empezó el 31 agosto pasado, cuando la Secretaría de Hacienda y el Banco de México decidieron terminar, así fuera de forma gradual, con el esquema de coberturas cambiarias que eran como una especie de red de seguridad para que en los mercados hicieran piruetas en el aire con la cotización peso-dólar y garantizar un aterrizaje suave.
Efectivamente, una moneda tan líquida y en un mercado libre no debería tener ese tipo de seguros subsidiados por un gobierno, pero esa estrategia, que la verdad estaba olvidada por la mayoría del público en general, era un seguro para mantener contento al presidente Andrés Manuel López Obrador y una de sus presunciones favoritas: la fortaleza del peso frente al dólar.
Claro que cuando las autoridades fiscal y monetaria decidieron tomar ese paso tan neoliberal y tecnócrata no había, para nada, las condiciones de turbulencia y aversión al riesgo que hoy están presentes.
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