lunes, 30 de octubre de 2023

‘OPERACIÓN SAFIRO’: SIETE AÑOS DE IMPUNIDAD DEL PRI (Y DE MALA SUERTE PARA MÉXICO)

  • Gobiernos, partidos, jueces e instituciones condujeron al fracaso una sólida investigación que por primera vez pudo haber sentado en el banquillo a los artífices de la gran corrupción en el país

Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones, en un acto por el aniversario del PRI en Ciudad de México, el 4 de marzo de 2017. DIEGO SIMÓN SÁNCHEZ (CUARTOSCURO)

Zedryk Raziel - México - El País

Se atribuye al político Carlos Castillo Peraza la afirmación de que “todos los mexicanos llevamos un priista dentro”. Curiosamente, él no militaba en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), sino en el entonces opositor Acción Nacional (PAN). Sus palabras eran un diagnóstico político. El PRI tuvo en el siglo pasado tal influencia en la vida pública que controló todas las instituciones y gobernó todos los rincones del país. Su poder fue rotundo. Dominó la política, pero también la cultura, el entretenimiento, los medios. El partido más antiguo de México tenía como proyecto moldear un país a su semejanza, con una población que profesara sus mismos valores, en una suerte de biopolítica, de gobernanza del espíritu. La corrupción, la transa, el chanchullo, la mordida, se normalizó desde el poder. No por nada, el último presidente priista, Enrique Peña Nieto (2012-2018), creía que la corrupción era un problema cultural. De hecho, el suyo fue uno de los sexenios más corruptos de la historia mexicana.

El priismo de Peña Nieto prometía una nueva forma de gobernar. Aparecieron nuevos cuadros, jóvenes egresados de universidades extranjeras, técnicos motivados por el know how (saber hacer las cosas) más que por las ideologías del siglo pasado. El PRI intentaba así conquistar de nuevo la confianza del votante mexicano, que echó al partido hegemónico de la presidencia en el 2000, tras siete décadas de mandato ininterrumpido (cosa muy distinta es decir que se acabó con el priismo). Peña Nieto, el político que devolvió al tricolor al poder en 2012, se rodeó de un grupo de asesores tecnócratas, gobernantes en los Estados y empresarios que dedicaron gran parte de sus esfuerzos a saquear las arcas públicas. Varios de esos colaboradores han sido encarcelados, otros son buscados por la justicia y unos más se han ido al exilio (el expresidente vive en España). El partido, en realidad, había renovado únicamente su apariencia, el peinado y la sonrisa.

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