- Con las elecciones presidenciales de 2024 como telón de fondo, los debates sobre la salud de la democracia en el país palidecen ante la estridencia de los extremos
Un hombre se protege de la lluvia con una bandera en el Zócalo de Ciudad de México. QUETZALLI NICTE HA
Elías Camhaji - México - El País
La reforma electoral de Andrés Manuel López Obrador acapara todas las miradas en México. No hay otro asunto que sea más divisivo ni polémico. El paquete de cambios promovido por el presidente, que entró en vigor esta semana, acota las facultades y recorta buena parte de la estructura operativa del Instituto Nacional Electoral (INE), el ente encargado de organizar las votaciones. Los seguidores del mandatario sostienen que es un avance lapidario para enterrar una “burocracia dorada” e iniciar una “democracia real”, después de décadas de simulación. Los sectores críticos al poder afirman que las nuevas medidas son un retroceso y que ponen en riesgo la frágil democracia del país latinoamericano. Incluso, hay quienes acusan la llegada de una “dictadura”, mientras el otro bando los acusa de “traidores” y “corruptos”. Ambos lados han salido a las calles para mostrar músculo en las últimas semanas y han abarrotado el Zócalo de Ciudad de México, la plaza más emblemática. En liza están las reglas del juego de las votaciones presidenciales de 2024, pero también las fuerzas que compiten para convertirse en el próximo Gobierno. Todo, en un ambiente de creciente polarización. Sin medias tintas ni espacio para el diálogo.
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