Serpientes y Escaleras
Salvador García Soto - Expreso
Van por lo menos tres ocasiones en las últimas dos semanas que López Obrador refiere en su mañanera lo sucedido en la sucesión presidencial de 1940. A la menor provocación e incluso sin que se lo pregunten, el Presidente saca a colación la forma en que el general Lázaro Cárdenas –uno de los tres presidentes históricos que más admira el tabasqueño— decidió y enfrentó el dilema sobre quién sería su sucesor, en medio de presiones internas y externas en torno al rumbo futuro del país: si profundizar en el movimiento cardenista y sus reformas socialistas u optar por un perfil más moderado para volver a la Revolución al centro, ante el gran crecimiento de la derecha opositora y la presión de Estados Unidos que veía riesgos de un viraje al comunismo en el México de la Segunda Guerra Mundial.
En cada comentario que ha hecho en público en sus mañaneras sobre el tema, igual que el año pasado lo llegó a comentar en encuentros privados con sus colaboradores y con gobernadores de Morena, López Obrador siempre refiere que, con todo y su admiración a Cárdenas, a él no le pasará lo mismo que al general al momento de decidir sobre su propia sucesión, ya que el michoacano terminó sacrificando a Francisco Múgica, su paisano y pupilo más cercano, y quien le garantizaba la continuidad y profundización de las trascendentes reformas cardenistas, para optar al final por el general Manuel Ávila Camacho, quien era visto como una opción más moderada que garantizaba más la continuidad del proyecto revolucionario, a partir del crecimiento de la oposición derechista con Andrew Almazán y la visión de Washington que percibía a Múgica como amenaza comunista.
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