Raymundo Riva Palacio - El Financiero
Una vez más, la sociedad salió a las calles para iniciar las tareas de rescate en decenas de puntos de la Ciudad de México, evocando la épica ciudadana de los sismos de 1985. Pero a diferencia de hace 32 años, cuando fueron innecesarias las brigadas para evitar la rapiña, lo que pasó el martes tras el sismo que sacudió a la capital, afloró lo peor de la sociedad. En la tierra del gandalla, del vándalo sin escrúpulos –que no es pleonasmo–, y de los amorales, la distopía mexicana volvió a mostrar su espantosa cara. El sismo, caprichosamente sucedido a escasas seis horas de que se conmemorara el de 1985, proyectó ese tipo de sociedad en la cual no queremos vivir.
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