lunes, 25 de septiembre de 2017

EPICENTRO

  • Son los hijos y nietos de los antiguos damnificados, sobrevivientes y testigos del 85, los que han demostrado la mejor humanidad entrañable
Jorge F. Hernández - El País
Dicen que las alarmas sísmicas no llegan a sonar cuando el epicentro de los terremotos es demasiado cercano al corazón de la Ciudad de México. También fallan por azar y anuncian temblores inexistentes. Todo eso que suena a metáfora o invento se aplica una vez más a la vida de México: la reverberación oscilatoria o trepidante de sus desgracias y de la destrucción es inversamente proporcional al alud multitudinario de la solidaridad instantánea y sí, de lejos se siente demasiado cerca toda la emoción y el dolor, las miles de manos que se entrelazan hasta el día de hoy para llevar en cadena agua potable en medio de un aguacero, mismas manos que a los pocos minutos del terremoto empezaron a remover piedra por piedra los escombros que esconden vidas… y muertos.

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