Sami Naïr / El País
La política de
austeridad adoptada en toda Europa con motivo de la crisis del capitalismo
financiero a partir de 2008 está provocando un trastorno sistémico del vínculo
social. Se trata en realidad de una verdadera revolución conservadora (o
contrarrevolución, si se quiere), en el sentido de que ahora el objetivo
fundamental de la austeridad exigida es la modificación de la relación
capital-trabajo, del derecho social, de las leyes que rigen el mercado de
trabajo y, de modo mucho más profundo, de los conceptos mismos de bienes
públicos y privados. La orientación es sencilla: transformar los primeros en
los segundos.
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