Preguntada Merkel en su reciente reunión con Hollande,
respondió sin matices: “La clave es saber si queremos que los jóvenes tengan un
trabajo peor pagado y con menos derechos, o ningún trabajo en absoluto”. Pocas
veces había sido expresado de manera tan lacerante el dilema al que se
enfrentan los menores de 25 años. Dicho y hecho: apenas unas horas después, el
Banco de España concretaba un poco las palabras de la canciller alemana y
proponía para el mercado de trabajo español “nuevas fórmulas que permitan, en
casos especiales, la desviación temporal respecto a las condiciones
establecidas en la negociación colectiva o mecanismos excepcionales para evitar
que el salario mínimo actúe como restricción para grupos específicos de trabajo
con mayores dificultades para su empleabilidad”.
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