MÉXICO, D.F. (Proceso).- Llegan a su fin los dos gobiernos presididos
por el PAN, acompañados de un evidente rechazo del electorado, una decepción
creciente ante las expectativas frustradas de la alternancia de 2000, así como
por una mezcla de abatimiento e indignación frente a la brutalidad sin límite
de una violencia interminable. Deplorable final, surgido de una triple
traición: a los valores fundacionales de ese partido, a la esperanza de los
ciudadanos que los llevaron al poder y a la transición democrática. No es
hipérbole, ni tampoco es necesario ser trotskista para argumentar que, en
efecto, se trató de una traición, es decir, de una “falta que se comete
quebrando la fidelidad o lealtad que se debe tener o guardar” (DRAE), en este
caso, hacia una democracia digna de ese nombre.
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