Jorge Zepeda Patterson - Diario de Yucatán
En unas horas o pocos días Marcelo Ebrard definirá su destino político. Las contradictorias señales que él y su equipo han enviado se prestan para todo tipo de interpretaciones. La insistencia del propio Ebrard de que su nombre estará en la boleta presidencial de los próximos comicios es en sí misma una sentencia en favor de la ruptura con Morena, toda vez que esta fuerza ya tiene a su abanderada. Pero al mismo tiempo, uno de sus dos principales alfiles, Malú Mícher, afirmó de manera categórica que no se saldrán del movimiento.
Una de dos, o es una estrategia deliberadamente confusa destinada a mantener el suspenso hasta el último momento, o la confusión es verdadera y no tenían definida la ruta crítica para “el día siguiente”. Algo extraño porque Marcelo Ebrard no ignoraba que las posibilidades de ganar la encuesta interna eran mínimas y el desenlace que vimos lo anticipaba todo México.
Me inclino a pensar que se trata de lo primero: una estrategia para alargar el momento en torno a su decisión y profundizar la expectativa. No solo se trata de prolongar el tiempo de exposición mediático, también de construir una narrativa favorable a su probable candidatura por otra vía: según Marcelo, él era el mejor candidato de Morena, pero las malas artes del partido y la intervención (ingratitud) de López Obrador impidieron su triunfo.
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