Gerardo Flores Ramírez - El Economista
La semana pasada escribí en este espacio sobre la poca seriedad con la que la actual administración ha instrumentado sus políticas públicas o proyectos de inversión, y desde luego, esa poca seriedad se refleja en las metas u objetivos que se han ofrecido a los mexicanos. En mi artículo anterior me enfoqué a referirme a una declaración del presidente López Obrador en la que con toda candidez -simulada, desde luego- había reconocido que subestimó de manera sustancial el tamaño del desafío que significaba su promesa de llevar Internet a todo el territorio nacional.
Para cerrar el año, no está de más que nos asomemos a otra área en la que la planeación e instrumentación ha demostrado ser simplemente un desastre, en este caso me refiero a Pemex y los planes del equipo del presidente para ofrecer un nuevo y vigoroso papel para esta empresa productiva del estado.
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