Carlos Alberto Martínez Carrillo - El Economista
Por décadas, la falta de cultura democrática generó una clase política vinculada a intereses creados alejados de la sociedad lo que impidió construir un sistema de finanzas públicas que estructurara de forma armónica sus tres componentes: impuestos, gasto público y deuda. Durante, las décadas de los 70´s y 80´s fue la deuda de gobierno la razón que motivaba a los órganos del estado para seguir financiando proyectos de infraestructura y excesivos gastos improductivos con claras deficiencias en la gestión pública. En los siguientes años en lo que incorrectamente se ha llamado neoliberalismo (1988-2018), fueron los impuestos, el enfoque central de los esfuerzos en la materia; de este modo, la deuda fue administrada correctamente al tiempo que crecieron programas de sociales con rentabilidad financiados por una base tributaria muy por debajo de estándares internacionales. La asignatura pendiente entonces como ahora, es el enorme tamaño de la economía informal que llega a 60% al tiempo que no contribuye. A partir de la segunda alternancia, con el gobierno actual (2018-2024), se ha puesto total énfasis en el presupuesto, fundamentalmente en recortarlo.
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