Luis Rubio - El Siglo de Torreón
William H. McNeill, autor del famoso libro Plagas y Pueblos, comienza su texto contando que se
interesó en ese tema al leer sobre cómo un
pueblo guerrero tan preparado y numeroso como los aztecas, se sometió con tanta
facilidad ante una pequeña runfla de vividores que comandaba Hernán Cortés. La
respuesta es simple: enfermedades infecciosas que diezmaron a los mexicas.
Las plagas y las infecciones han acompañado a la humanidad desde siempre.
Tucídides describe el impacto de una virulenta plaga sobre Atenas en la mitad de
la guerra del Peloponeso como “la catástrofe fue tan devastadora que el hombre,
no sabiendo qué vendría después, acabó
siendo indiferente al reino de la religión
y la ley”. En la oración fúnebre de Pericles, el famoso político enaltece la actitud
de los atenienses ante la crisis, a pesar de
que Esparta acabó ganando la guerra e
imponiendo un régimen dictatorial. Sin
embargo, visto en retrospectiva, la democracia ateniense sobrevivió y legó al mundo lo que Churchill acabó denominando
como “el peor sistema de gobierno, excepto por todos los demás”.
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