El optimismo de estos días es tan irresponsable como aterrador,
porque no aprendemos de los errores y volvemos a las teorías fallidas
Gemma Galdon Clavell / El País
Desde hace unas semanas algunos datos económicos de España parecen
querer dibujar luz al final del túnel. Entre las desoladoras previsiones
en relación con el paro, la emigración, el acceso a la vivienda, la
pobreza, etcétera, algunos datos han sido presentados como brillantes
destellos de esperanza: el PIB del tercer trimestre, con un crecimiento
del 0,1% después de nueve trimestres en negativo, la compra por parte de
Bill Gates del 6% de Fomento de Construcciones y Contratas, y la
declaración de Emilio Botín de que “nos llueve dinero de todas partes
del planeta”. A pesar de que es difícil ser optimista, parece que se ha
instalado la creencia (o como mínimo la consigna) de que estamos
saliendo de la crisis.
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