martes, 19 de noviembre de 2013

PURA SAÑA

No les basta con aterrorizar a los ciudadanos por el impago de una deuda, ni con echarles de sus casas y romperles la vida para siempre

Rosa Montero / El País

Voy a contar tres historias ejemplares. La primera es la de Yolanda Sánchez, de 38 años, que en 2010 pidió un crédito de 4.000 euros a Unicaja. Yolanda trabajaba y tenía nómina, pero para que se lo concedieran le tuvo que avalar su madre con la pensión. La chica fue pagando hasta que perdió el empleo. Intentó que le redujeran las cuotas y llegar a un acuerdo, pero no le dieron ninguna facilidad. En agosto de 2012 le dijeron que, de no pagar, embargarían la pensión y la casa de la madre. Desesperada, abrió un evento de Facebook contando su caso y logró reunir el dinero. Hace cinco días se le notificó que el crédito estaba saldado, pero que el procedimiento no se cerraba porque ahora tiene que abonar 1.087 euros, que es la minuta del abogado de Unicaja. Yolanda, que no tiene ingresos, ha vuelto a hundirse en una pesadilla sin salida.
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