domingo, 21 de abril de 2013

EL SUEÑO DE SUS SEÑORÍAS

La enfermedad de la política es que los ciudadanos no creen a sus representantes
La palabra no ayuda. Procedente de Argentina, escrache no solo nos resulta rara, sino que tiene una cierta sonoridad de escupitajo poco adecuada a lo que designa, actos pacíficos de protesta ante los domicilios y lugares de trabajo de políticos en ejercicio. No se trata, sin embargo, de actos nuevos en el mapa de la indignación ciudadana. Hace ya años, cuando los derechos sexuales de una notable parte de la población estaban cercenados y pisoteados, comenzó a practicarse en Estados Unidos, y desde allí pasó a Gran Bretaña, el outing. En los años noventa también entre nosotros se habló de ello, y ciertos grupos de activismo gay lo preconizaron y llegaron a amenazar con su puesta en práctica, que fue muy reducida o no llegó a calar. Los cambios que se han producido en ese terreno en los tres últimos lustros lo han hecho innecesario, aunque por desgracia no en todos los países por igual. El continente africano y asiático y otros lugares más próximos a nosotros siguen discriminando a las mujeres y a los homosexuales, y hace unos días pude ver en televisión a unas chicas semi-desnudas interrumpiendo la visita oficial a Alemania de Vladímir Putin, el dictador neoestalinista de Rusia que persigue las libertades femeninas, los derechos humanos y hostiga con sus bien entrenados matones a los disidentes.

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