jueves, 25 de abril de 2013

UNAM: ¿QUIÉN SE BENEFICIA?

Adolfo Sánchez Rebolledo / La Jornada
No es la primera vez que una corriente radical, y lo pongo deliberadamente entre comillas, toma la rectoría de la UNAM para alcanzar sus fines. En 1966, por ejemplo, el grupo dirigente de la sociedad de alumnos de Derecho, encabezado por el hijo del gobernador Sánchez Celis de Sinaloa, se apoyó en un sector de la izquierda universitaria con el objetivo declarado de poner un alto al autoritarismo del doctor Ignacio Chávez, figura emblemática de la medicina mexicana e internacional que había caído de la gracia del poder presidencial. La inconformidad comenzó cuando dos líderes estudiantiles, el susodicho Leopoldo Sánchez Duarte y su colega Espiridión Payán, protestaron por la eventual relección de César Sepúlveda, director de la Facultad de Leyes. Exigían su renuncia y la derogación del artículo 82, que establece que la UNAM puede expulsar a cualquier indisciplinado (sic), relata Elena Poniatowska en su entrañable Homenaje a un gran hombre: Guillermo Haro, publicado aquí el 9 de diciembre de 2012. Pero el asunto no se detuvo en los primeros escarceos y la huelga iniciada en Derecho se extendió a otras escuelas bajo la bandera del pase automático y la derogación de diversas medidas adoptadas por el rector. El 26 de abril de 1966, continúa narrando Elena, los estudiantes anunciaron que tomarían la torre de rectoría. Chávez citó a los directores de escuelas, facultades e institutos. Trescientos jóvenes se apostaron en torno a la torre, cerraron los accesos con 25 camiones secuestrados y a las 2 de la tarde subieron al séptimo piso e insultaron al rector. En verdad, querían vejarlo, pero en el límite lo impidieron sus colaboradores, entre ellos Rosario Castellanos, Mario de la Cueva y el propio Guillermo Haro, que estaban presentes. Atropellada la dignidad humana del rector, la comunidad universitaria unió filas y rechazó la provocación. Pero el daño ya estaba hecho.

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