La
capital del país vive una efervescencia de construcciones. Gigantescas, la
mayoría de ellas. La Ley de Desarrollo Urbano de 2010, herencia de Marcelo
Ebrard, le abrió las puertas al desmedido mercado inmobiliario que no se
detiene ante nada, ni siquiera ante los derechos de los ciudadanos. Quienes
resultan afectados por los megaproyectos de las empresas inmobiliarias y
quieren denunciar o quejarse son obligados a recorrer un laberinto burocrático
que suele desembocar en ninguna parte
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