Ciro Murayama / El Universal
La situación de la educación básica en México es crítica, tal como lo
comenzaron a documentar los estudios de Gilberto Guevara Niebla desde
los 90 del siglo pasado ("La catástrofe silenciosa") y como confirman
los resultados de la prueba PISA de la OCDE. Pero a la mala calidad de
la educación la acompaña, con demasiada frecuencia, una pésima calidad
en el debate sobre la propia educación. Es el caso de las dos visiones
extremas, que sin embargo se retroalimentan y justifican una a otra, que
por un lado señalan como único culpable del desastre educativo al
profesorado y, por el otro, denuncian que el problema es un mero intento
privatizador y de violación de los derechos laborales del magisterio.
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