Sandro Pozzi -Nueva York-El País
Es la guerra de divisas que nunca llega, aunque en Wall
Street siguen los acontecimientos con atención. Los tambores vuelven a sonar
con fuerza. El primer golpe en la reciente escalada lo dio Shinzo Abe, primer
ministro japonés, quien la semana pasada pidió abiertamente a su banco central que adopte una política monetaria agresiva. El yen ha perdido un 13% de su
valor respecto al dólar desde mediados de noviembre y está en su mínimo en tres
años. Ahora, el grupo de las mayores economías industrializadas, el
G-7, trata de lograr
una tregua antes de que se desencadene la guerra. La fórmula que busca el grupo
sería similar a la de pasadas ocasiones, es decir, poner en evidencia en un
comunicado que los “movimientos desordenados” y el “exceso de volatilidad”
tienen efectos adversos para la estabilidad económica y del sistema financiero
global. Se comprometerán a cooperar y a consultarse entre sí, y repetirán
aquello de que son los mercados los que definen el precio de las monedas. Y
nada de usar estímulos artificiales.
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