Rolando Cordera Campos - Periódico La Jornada
Se conmemoran 50 años del artero y traidor golpe de Estado de las fuerzas armadas al presidente constitucional de la República de Chile, el doctor Salvador Allende Gossens. Mucho que recordar y no poco que celebrar: a pesar de todo, en Chile hay un gobierno encabezado por jóvenes progresistas emanados de las grandes movilizaciones populares que llevaron a convocar la elaboración de una nueva constitución que deseche, de una vez por todas, los ignominiosos rastros que el pinochetismo dejó para lastrar la democracia recobrada a duras penas a fines del siglo pasado.
Mucho se avanzó y no poco se detuvo, pero hoy muchos chilenos pueden recordar aquel nefasto pasado brindando, como dicen los chilenos: ¡Viva Chile, mierda! ¡Que viva Allende!
Celebremos la recuperación de la libertad y la posibilidad de reconstruir un régimen de derecho democrático, pero no olvidemos lo sinuoso que es el camino para siquiera imaginar esas anchas avenidas que Allende dejó como legado final a su pueblo y al mundo. Cuanto más complicado, mayor valor adquiere su camino, en elemental acto de memoria histórica.
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