Diego Petersen Farah - El Siglo de Torreón
Por primera vez desde 1982 vamos a una elección de presidente de la república en que no hay un solo candidato de izquierda. Los partidos de izquierda quedaron escondidos en las diferentes alianzas y perdieron sus agendas, o renunciaron a ellas a cambio de unos votos más.
Si alguien pensaba que Andrés Manuel López Obrador es de izquierda basta con que le eche un ojo al gabinete presentado ayer y a la alianza con el Partido Encuentro Social (PES), que representa al ala más conservadora de los grupos evangélicos del país, para desengañarse. En la parte de política económica lo que propone López Obrador está más cerca del viejo nacionalismo revolucionario del siglo pasado que de la izquierda del siglo XXI. En política social las propuestas son de corte neo-populista: el apoyo a los Ninis puede tener un efecto positivo a corto plazo, que es cerrarle la puerta al crimen organizado para que siga reclutando jóvenes que ni estudian ni trabajan, pero a la postre terminará convirtiéndolos en Nininis, es decir que ni estudian, ni trabajan ni les interesará hacerlo. Finalmente, la agenda de ampliación de libertades no es y nunca ha sido lo suyo. Podemos decir sin lugar a equivocarnos que en esta materia es el candidato más conservador, y la alianza con el PES no hizo sino confirmarlo.
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