Denise Dresser - Noroeste
Hoy en ciertos sectores del empresariado y las clases acomodadas de México están a punto de erigirle una estatua a José Antonio Meade. Están a un paso de vitorealo, cargarlo en hombros, bautizar un parque con su nombre. El hombre decente, el católico comprometido, el padre de familia. Como escribió Bloomberg sobre él: “Meade es un producto raro en los altos eslabones del gobierno mexicano, un hombre con una reputación de honestidad”. Tecnócrata, trabajador, poco pretencioso. Decente. Y ese perfil de priista potable abre la posibilidad para muchos de volver a votar por el PRI sin sentir remordimiento. Lo harán con la conciencia tranquila, persignándose porque no avalaron a un corrupto.
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