David Colmenares / Eje Central
El fracaso de la
llamada federalización de la educación básica iniciada en 1992, que no
fue un proceso de descentralización, sólo una desconcentración de la
administración de los servicios educativos, es evidente. El proceso ha
sido desastroso, se transfirieron problemas y vicios, los cuales han
crecido al extremo, siendo compleja la solución del problema, además de
costoso para el País e incluso para las haciendas públicas de las
entidades federativas y del propio Gobierno federal, más después del
cambio de fórmula de distribución del FAEB a partir de 2008 que
profundizó los problemas de la mayoría y por el incumplimiento de
compromisos de asignación de recursos.
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