domingo, 1 de septiembre de 2013

UNA REFORMA SIN CONSENSO

Arnaldo Córdova / La Jornada
El problema educativo de México ha sido siempre y a lo largo de toda su historia una llaga incurable que ha marcado nuestro destino. Ideas y proyectos fecundos nunca nos han faltado; siempre tuvimos a alguien que hacía hincapié en la imperiosa necesidad de educar al pueblo y sustraerlo de la barbarie en la que se debatía. Ya Valentín Gómez Farías (1781-1858), uno de nuestros más ilustres patricios, planteó la necesidad de que hubiera un ministerio del Estado que se encargara de la educación popular. Él fundó la Dirección General de Instrucción Pública y propuso el sistema lancasteriano para desarrollarla.

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