Samuel García / 24 Horas
Durante las últimas dos décadas los analistas de la banca de
inversión extranjera repetían con frecuencia que México tenía un mercado
de capitales aburrido, porque simple y sencillamente no pasaba nada.
Se quejaban de que a diferencia de otras economías emergentes, aquí
debían analizar a las mismas empresas de siempre, encabezados por los
mismos apellidos de siempre. Para muchos de estos ‘cazadores’ de
oportunidades de inversiones, México no era un mercado fértil en nuevos y
ambiciosos proyectos empresariales en los que valdría la pena apostar
en serio.
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