Diego Sánchez-Ancochea / El País
En menos de dos años hemos transitado del milagro carioca a
la resurrección mexicana. A ojos de la prensa internacional y de multitud de
especialistas financieros, Brasil ha pasado de ser ejemplo de equilibrio entre
Estado y mercado a ser un país ineficiente, demasiado orientado al mercado
interno y paralizado por una ola inesperada de protestas sociales y de ataques
especulativos. Gracias a unos pocos meses de alto crecimiento económico apoyado
en las exportaciones y por una redescubierta retórica reformista, México lo ha
sustituido como la joya latinoamericana y el modelo a seguir. Los adalides de
la apertura no han tardado en ensalzar la voluntad mexicana de profundizar las
reformas neoliberales y firmar nuevos acuerdos comerciales. Sin ir más lejos,
el exministro de Finanzas de Chile y contrastado especialista en desarrollo
económico, Andrés Velasco, alababa hace no mucho el compromiso mexicano con la
reducción de aranceles, la integración con Estados Unidos y las políticas
macroeconómicas ortodoxas, y recomendaba al resto de países de la región que
aprendieran de México.
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