Guillermo Knochenhauer / El Financiero
Nunca en la historia de México, las privatizaciones
de bienes públicos han fortalecido a la nación ni mejorado la vida de la
población. No es que las inversiones privadas sean malas de por sí,
como no lo son las de propiedad pública. Lo que las califica es el
reparto de beneficios que haya por vía de empleos, salarios y fiscal.
Un motivo principal del recelo que causa la reforma energética que propone Enrique Peña Nieto,
es que quien decide en México el reparto del beneficio de los
excedentes económicos, es una pequeña oligarquía que tiene al propio
gobierno a su servicio. La diferencia priista contra la panista, es que
la clase política trata ahora de recuperar márgenes de acción.
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