Raymundo Riva Palacio / Diario Libertad
Cuando
se paró frente a los líderes del Sindicato Nacional de Trabajadores de
la Educación en octubre pasado y los arengó a revisar la relación con el
gobierno, del color que fuera, para no arrodillarse, Elba Esther
Gordillo guardaba en la bolsa el resultado de una cálida conversación
con el presidente electo Enrique Peña Nieto, a quien le había ido a
entregar su cabeza, si así lo deseaba por convenir a los intereses
políticos de su gobierno. No le aceptaron la ofrenda en la charola de
plata. “Maestra”, le respondió Peña Nieto de acuerdo con cercanos a ella
que supieron de la conversación, “quiero que trabaje conmigo durante
los próximos seis años”.
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