- El presidente de EEUU ha desplegado una gigantesca ofensiva legal y ejecutiva para vaciar el país de inmigrantes. Los afectados lo cuentan
Francisca Lino los oye desde su habitación. A veces patean la puerta de la iglesia y otras gritan: “¡No queremos cucarachas aquí!”. Sabe que lo dicen por ella, pero no se mueve. Cierra los ojos y se queda quieta, casi petrificada, en su habitación de paredes naranjas, en el primer piso de la Iglesia Metodista Unida Adalberto. El edificio, achaparrado y de ladrillo oscuro, es su santuario. El lugar que le da refugio frente a los energúmenos racistas que rondan los barrios hispanos de Chicago, pero también frente a los agentes de Inmigración que quieren deportarla y que nunca osarán cruzar un umbral sagrado. Ahí entró la noche del pasado 23 de agosto huyendo de una orden de expulsión y ahí se quedará hasta que Estados Unidos le reconozca el derecho a vivir en el mismo suelo que su marido y sus hijos.
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