A partir de ahora todo es política. Comunicar, persuadir, reclutar y cooptar hasta conformar una voluntad ganadora, con la solidez necesaria para sostener el triunfo. Los aprendices de brujo suelen decir que en política todo se vale; no es así. Hay que oponerse a tal consigna que, de extenderse, convalidaría la resurrección de las peores conductas que hasta hace poco queríamos ver como ecos lejanos de un ayer que no se ha ido; no sólo por obra de sus personajes preferidos o estelares.
La decisión presidencial de recuperar el papel de árbitro de última instancia en la política nacional contrasta con la pluralidad alcanzada en estos años de transición y afirmación democrática y, si no se quiere llevar al país a un momento de trágica inestabilidad no sólo política sino social y por ende económica, tendrá que acotarse y modularse.
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