Hasta la crisis financiera global de 2008, para los países emergentes recibir capital extranjero fue motivo de orgullo, en especial para sus gobiernos. La razón es que estos capitales eran vistos como una confirmación de la confianza que tienen los extranjeros en la economía. Hoy, por cambios en la economía mundial, es menos claro que todos los capitales sean en beneficio de la economía.
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