León Bendesky / La Jornada
La crisis económica de
2008 ha dejado en claro que una de sus principales consecuencias ha sido
el fuerte castigo a la demanda, es decir, al gasto de consumo e
inversión. En la reciente reunión del G-20 en Australia se afirmó que el
mundo está aún muy lejos de conseguir un crecimiento fuerte, sostenido y
balanceado.
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