La izquierda debe encontrar un discurso lo suficientemente agresivo
que, de manera inmediata, emocional y simple, consiga conectar con lo
que la gente quiere y sirva para desbancar a las élites tradicionales y
gobernar
Continúa el desconcierto táctico progresista. Contempla cómo la remota
Angela Merkel sigue en el poder y el Reino Unido del clasista David
Cameron dobla el crecimiento de España. Mientras, Barack Obama,
profesoral, mantiene con dificultad su reforma sanitaria; François
Hollande, inhibido ante el tradicionalismo francés, deviene Zapatero y,
sin embargo, su ministro de ley y orden à la Sarkozy, Manuel
Valls, sube en las encuestas tanto como enerva a aquella izquierda que
prefiere no gobernar a abandonar su inocencia respecto a los medios de
la política, que no acepta que el populismo es inherente a la misma,
especialmente la progresista. La circunspección no sienta bien a la
izquierda europea.
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