El fracaso de la reforma eléctrica y la grotesca anulación de la subasta siembran el caos en el recibo de la luz y lo encarecerán a medio plazo. Este gobierno carece de credibilidad y autonomía para reordenar el sistema
Los aficionados al juguete cómico habrán disfrutado estos días con tres
episodios protagonizados por el Ministerio de Industria. En diciembre de
2012, un ministro apellidado Soria concibió y logró aprobar una miríada
de impuestos, tasas y tasillas a diversas actividades eléctricas, desde
la generación a la distribución, con el fin de eliminar, al menos
parcialmente, el malvado déficit de tarifa (unos 26.000 millones). Con
este desparramado despliegue tributario esperaba recaudar 2.700
millones. Nueve meses después, el Consejo de Ministros aprobó una
reforma eléctrica, concebida con el único fin de enjugar el déficit de
tarifa. Con gran aparato verbal, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría
juró sobre las resoluciones del Consejo de Ministros que dicha reforma
liquidaría para siempre el déficit. Incorporaba la vasta reforma, con
más folios que la biblioteca del Congreso, una pieza decisiva: el
Presupuesto aportaría 2.200 millones a la causa contra el déficit
tarifario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario