Carlos Ramírez / El Financiero
El presidente Enrique Peña Nieto se debió de haber quedado con el ojo cuadrado el martes:
ver al socialismo cubano de regreso al capitalismo individualista por
el fracaso del Estado y escuchar al presidente Barack Obama
estableciendo el populismo y aumentando 40 por ciento el salario.
Y, de paso, pudo percibir dos formas de autoritarismo:
el represivo de la Cuba socialista con cárceles llenas de presos
políticos y falta de libertades para decidir, y el personalista de Obama
de que va a decidir “con o sin” el Congreso rompiendo la tradición
republicana y constitucional del equilibrio de poderes.
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