Salvador García Soto / 24 Horas
Uno de los capítulos más penosos e indignos de la vida política en
México es el que ha escrito en los últimos meses el gobernador de
Michoacán, Fausto Vallejo. Primero, la enfermedad física y ahora la
anulación política desde el centro, han hecho del priista una figura
inútil y sin autoridad que, con su debilidad y su aferre al poder, se
convirtió en uno de los factores que agravaron la crisis social y de
seguridad que hoy vive su estado.
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