La frivolidad de ciertas élites económicas y políticas nos llevó al desastre de la crisis
El año que empieza con el número 14 en su apellido será muy dado a las
conmemoraciones históricas. 1914 dará materia para comparar los años
previos a la Gran Guerra y los tiempos actuales. Como ahora, fueron
tiempos de aceleración y vértigo, de profusión de novedades y de rearme
de unos poderes asediados por los cambios de mentalidad. Pero, sobre
todo, la Belle Époquey los años previos a la crisis de 2008 tienen en
común la pérdida de la noción de límites por parte de las élites y la
enorme frivolidad de las clases dirigentes que quisieron creerse sus
propias mentiras. Otro 14 más familiar llenará los papeles de ruido:
1714, cuando España intentó constituirse en nación única, con la
victoria borbónica, a costa de derechos, culturas y costumbres de las
minorías. El choque de mitologías nacionales con el trasfondo del
movimiento independentista catalán, de la crisis social y de la crisis
de agotamiento del régimen surgido de la Transición dará lugar a más
confrontación y menos debate político de lo que sería deseable. Y todo
ello en un contexto de descrédito de los partidos políticos
tradicionales, que puede conducirles a la tentación de buscar en la
pelea, en la conversión del adversario en enemigo, del disidente en
delincuente (como hace la ley de seguridad ciudadana), la manera de
galvanizar a los convencidos y de movilizar a los escépticos para
recuperar posiciones electorales.
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