Por Lawrence H. Summers y N.K. Singh - El Economista
Los bancos multilaterales de desarrollo son las únicas instituciones que brindan la combinación de experiencia, poder de permanencia, financiamiento de bajo costo, apalancamiento y capacidades de intercambio de conocimientos necesarios para ayudar a los países en desarrollo. Pero para ayudar a transformar el futuro de esas naciones, primero deben transformarse a sí mismos
CAMBRIDGE – El mundo está literalmente en llamas este verano. Los expertos estiman que, probablemente, en la próxima generación, aparezca otra amenaza a la salud pública similar al covid. Las crecientes tasas de interés han dejado a decenas de países con cargas de deuda inmanejables. Y, por primera vez en casi medio siglo, la economía global, lejos de unirse, se está fracturando.
Estas realidades inspiraron las recomendaciones que acabamos de hacer al G20 a través de un grupo especial de expertos sobre financiamiento para el desarrollo (que copresidimos). Nuestra conclusión central es que este momento particularmente difícil exige una transformación drástica de las operaciones de los bancos multilaterales de desarrollo (BMD), empezando por el Banco Mundial. Los países en desarrollo enfrentan necesidades de financiamiento mucho mayores para poder cumplir con los objetivos de desarrollo y climáticos, pero los desembolsos de los BMD no han mantenido el ritmo, y el volumen de recursos que hoy transfieren a los países en desarrollo es inaceptablemente bajo.

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