- Raphaël Esrail, presidente de la Unión Francesa de Deportados del campo y uno de los últimos supervivientes, alerta sobre la necesidad de defender la democracia

Raphaël Esrail, superviviente de Auschwitz, este sábado en su casa en París. BRUNO ARBESU
Raphaël Esrail se arremanga y muestra el antebrazo izquierdo: el lugar exacto donde en febrero de 1944, al llegar en un tren de ganado a Auschwitz, le tatuaron el número 173295. En 1953, un médico amigo se lo borró quemándolo. Esrail no quería más rastro en su cuerpo de aquel pasado, demasiado cercano entonces. “Todavía se ve un poco, mire”, dice. “¿Para qué iba a guardarlo? No es ninguna gloria. ¿Me consideran como una vaca?”.
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