Raymundo Riva Palacio - El Financiero
De la chistera sacó el presidente Andrés Manuel López Obrador la designación de la nueva jefa del Servicio de Administración Tributaria, Raquel Buenrostro. La prensa especializada y la política apuntaban por una mujer parte de su primer círculo de amistades y con experiencia dentro del SAT, pero el Presidente optó por quien no era su amiga, pero quien mejor interpretó su visión de austeridad. Soldado de primera línea de López Obrador, Buenrostro dislocó las redes de distribución gubernamental, agravió a proveedores y provocó subejercicio presupuestal. Pero no se cayó ante el Presidente, sino obtuvo su reconocimiento. Parece claro. Le permitió alimentar su discurso de la corrupción del pasado y machacar el discurso sobre los ahorros de su administración. El concepto de “somos diferentes” se construyó sobre la dureza de la tijera de Buenrostro.
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