Es imposible ignorar la pluralidad que desde hace años acompaña el escenario político nacional y local. No obstante ser ingrediente indispensable de la democracia representativa, no puede nunca darse por definitiva.
El vuelco del mundo que empezara en 1989 con la caída del Muro de Berlín y que irrumpiera como avalancha con la globalización promovida como mantra universal por los profetas del mercado mundial unificado y el imperio de la democracia representativa también a escala planetaria, no pudo desplegarse como lo prometían. Las convergencias económicas propaladas derivaron en mayores divergencias, parcialmente opacadas por el impetuoso ascenso chino y el no menos espectacular brote industrializador de su zona de influencia en Asia del Este y del Sur.
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