Autocrática e irracional, la ha calificado Paul Krugman; esquizofrénica la llamó el presidente del Consejo Coordinador Empresarial; arbitraria y contraria a sus propios acuerdos con México y el resto del mundo, podemos añadir, pero cada día es más claro que a Donald Trump le parece de utilidad comportarse como un demente y un pendenciero: tal es la única lógica de las batallas que ha abierto en torno al comercio con China, Canadá, India y Japón. No se trata de ventajas comparativas, sino de ganancias abusivas que podrán o no plasmarse en las cuentas externas de Estados Unidos, pero sobre todo en las cuentas electorales internas del presidente abrasado por la furia y la ambición sin control ni medida.
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