Denise Dresser -El Siglo de Torreón
Negociando y cediendo, Marcelo Ebrard desactiva la bomba
tarifaria que Donald Trump
había armado. Corta los cables justo
antes de que dinamitara a la economía nacional; para el reloj segundos
previos a que estallara la relación bilateral. Frena los aranceles e impide
que México se convierta en “Tercer
País Seguro” y promete ordenar los
flujos migratorios y obtiene el apoyo
estadounidense para el Programa de
Desarrollo Integral El Salvador-Guatemala-Honduras-México. El país
suspira de alivio, alza al presidente
en hombros y declara no haber perdido una pizca de dignidad. En Tijuana la clase política reconoce a
Dios por su papel en el cese de las
hostilidades y se hinca para agradecérselo. Pero quienes celebran con
tanto frenesí la paz pactada no parecen darse cuenta de lo que hay debajo de la bandera blanca que AMLO
agita. Por el momento, Trump dijo
adiós a las armas, pero convierte a
México en un campo minado.
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