- El tratado comercial entre Estados Unidos, México y Canadá endurece las condiciones para la industria del automóvil en el país centroamericano, pero no satisface las pretensiones de máximos de Trump
Ignacio Fariza - Sandro Pozzi - México - Nueva York - El País
El 3 de enero de 2017. El año no podía haber empezado peor para México: Ford, una de las mayores automovilísticas del mundo, anunciaba la cancelación de una inversión de 1.600 millones de dólares para la apertura de una planta en el país y arrastraba al peso hasta un nuevo mínimo histórico frente al dólar. Donald Trump aún no había tomado posesión como presidente de Estados Unidos, pero su discurso abiertamente proteccionista y antimexicano había llevado a la compañía a dejar de lado sus intereses económicos para contentar al magnate republicano y a repensar sus inversiones en un modelo de negocio muy rentable hasta entonces: fabricar en México y vender unos kilómetros al norte, en el segundo mayor mercado mundial de coches.
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