Los mercados comienzan a mostrar lo que parece evidente: la
economía sufrirá un frenazo durante el año que viene. Las caídas de las bolsas
en torno al 10 por ciento en Europa y de más del 20 por ciento en Asia son un
mal presagio. Las crisis bursátiles suelen adelantar el comportamiento de la
actividad económica entre seis meses y un año. Los descensos, si no se
recuperan en la recta final de año, apuntan a que 2019 sería un año de
transición hacia un período de contracción de la economía.
Me produce sorna el optimismo que dibuja el Gobierno en sus
pronósticos macroeconómicos, que apuntan hacia una ligera desaceleración, que
dejaría el crecimiento en torno al 2,5 por ciento el próximo año. La visión de Alicia
en el País de las Maravillas no encaja con la realidad. Las promesas sociales y
de mejores prestaciones públicas como las pensiones, tarde o temprano se
acabarán dando de bruces con los hechos.
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