- Esta semana no envidio a los brasileños de la misma manera en que tengo dos años de no envidiar a los estadounidense
Esta semana no envidio a los brasileños de la misma manera en que tengo dos años de no envidiar a los estadounidenses. No debe ser sencillo saberse miembro de una sociedad política que convierte en presidente a un narciso fantoche como Donald Trump o a un neo fascista como Bolsonaro (lo sé, los mexicanos tampoco cantamos mal las rancheras: asumo que la votación por el regreso del PRI en 2012 no fue un signo de salud mental). Pesadillas colectivas que dejan en entredicho la peregrina tesis de que la historia camina indefectiblemente en pos del progreso. Si lo hace, está claro que se toma libertades, atajos y extravíos con preocupante frecuencia.
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